Lo importante es que funcione el servomotor y que los sensores de contacto y de luz del Mindstorms sincronicen”. Adrián Aramayo Tapia habla. Y el solo hecho de intentar comprender sus palabras ya se convierte en toda una aventura. Tres semanas de clases en el Centro Boliviano de Robótica Educativa le bastaron a este niño de 12 años para empaparse de algunos secretos básicos que alimentan a los engendros mecánicos que transforman el mundo.
“A mí siempre me interesaron los robots, saber cómo crearlos y cómo diseñarlos”, señala, mientras acomoda una de las unidades Mindstorms NXT en el suelo para que cumpla con un nuevo reto: detenerse a una distancia de 30 centímetros cada vez que se aproxime a una de las cajas que han sido colocadas como obstáculos. Después, deberá girar y continuar con su cansino recorrido hasta llegar a la meta final.
Es así, mediante el uso de una serie de desafíos, que el ingeniero de sistemas Renán Trujillo Bravo ha introducido a una veintena de niños y adolescentes —de 8 a 16 años— al mundo de la robótica. Esto a través de la utilización de un sistema electromecánico dotado de sensores y de actuadores controlados por computadora.
“A los niños se les estimula la creatividad. Está comprobado científicamente que la robótica desarrolla la inteligencia en los chicos, ya que los procesos de abstracción mental son fluidos. Esto se logra planteándoles retos y problemas donde, a través de una metodología de lluvia de ideas, ellos deben plantear soluciones, diseñar sus experimentos y comprobar todas las hipótesis que han planteado o propuesto”, señala Trujillo.
Entre los retos que los estudiantes deben superar se halla el de lograr que el robot reconozca una gama de colores. Para ello se procede a la programación de los sensores de la unidad en la computadora. “Los estudiantes deben hacer pruebas con los distintos haces de luz y el robot deberá reconocer entre rangos de números a cuál de los colores pertenece”.
En el caso de los obstáculos, se debe lograr que el robot determine a qué distancia debe detenerse para no chocar, programando un sensor de ultrasonido.
La enseñanza en el Centro se basa, en todo caso, en una introducción inicial primaria inferior sobre el mundo de la robótica, que en realidad busca utilizar las herramientas tecnológicas como una forma de apoyo a los procesos de enseñanza y aprendizaje en niños y jóvenes.
Y si de despertar la creatividad se trata, en primera fila está Adrián Aramayo, quien sueña con dar vida a un humanoide “que me acompañe, ordene mis cosas y que también haga algunas de mis tareas”.
La robótica es una tecnología multidisciplinaria, ya que hace uso de los recursos que le proporcionan otras ciencias como las matemáticas, la física, la informática y la electrónica, entre otras. “Esta área del conocimiento va más allá del simple hecho de ser una herramienta sobre la cual poder experimentar de manera práctica la aplicación de teorías y conceptos. Facilita el proceso de abstracción; es decir, el camino que conduce desde un diseño mental hasta la concreción y experimentación del mismo”, señala Trujillo, quien ejerce la docencia hace 15 años.
Los resultados de este trabajo son más que evidentes, según lo asegura Marcela Rocabado. La madre de José Ignacio Valdez (12), otro de los alumnos del Centro Boliviano de Robótica Educativa, señala que los tres meses en el taller han ayudado a su hijo a poner a volar su creatividad. “Ahora mi hijo está planificando el diseño de un robot. Incluso, si antes pensó a futuro en ser ingeniero de sistemas, ahora quiere ser ingeniero en robótica”.
“He aprendido a diseñar y modificar los robots; hacerlos avanzar y mover sus sensores a través de la computadora. Una vez que aprendes cómo utilizar el programa, todo lo demás resulta fácil”, dice Valdez.
A su compañero Sergio Barbosa Ballivián (12) lo que más le apasiona de la robótica es la posibilidad que existe de crear un aparato que se asemeje al ser humano. “No hay límites, un robot puede llegar a hacer cosas espectaculares. Mi interés es, en un futuro, dedicarme a esta profesión y crear un humanoide completo”.
Ese deseo aún está lejano. Bolivia se encuentra rezagada en el desarrollo de esta área de la ciencia. “En nuestro país se crean robots, pero de forma muy artesanal. Estamos muy atrás en este tema a nivel regional y mundial. Buscamos que a través de nuestra enseñanza, que es a nivel inicial inferior, los chicos se sientan estimulados a hacer ciencia. Que vayan comprendiendo cómo son los procesos de experimentación, de diseño y construcción para máquinas o mecanismos a nivel superior. El siguiente paso sería inscribirse a una carrera universitaria para aplicar sus conocimientos como diseñadores o programadores”, dice
Trujillo, que anunció para este año clases regulares (visitar www.boliviaroboticaedu.blogspot.com).
Adrián Aramayo Tapia está más conforme. Su unidad Mindstorm NXT 9797 acaba de superar un nuevo reto. Y de esta forma, el equipo Roboboys acaba por lograr un nuevo punto a su favor.
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