Sandra Quiroga Rojas
Indiferentemente de la edad o clase social, el celular ha ganado un lugar privilegiado en la vida cotidiana debido a la infinidad de utilidades que ofrece. Según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Telecomunicaciones y Transportes (ATT), hasta febrero de 2011 se registraron 7,3 millones de usuarios que a diario se comunican, realizan transacciones bancarias o hacen compras a través de su teléfono móvil en el país.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la población boliviana supera los 10, 4 millones de habitantes, lo que significa que 7 de cada 10 ciudadanos ya cuentan con un celular.
Las personas adultas mayores no se cohíben ante el celular y prueba de ello son los amigos Juan Saavedra y Hugo Francisco Égüez, que superan los 80 años. Cada uno posee un aparato, del que no se separan. Mientras que Égüez cuenta que solo sabe contestar llamadas, Saavedra conoce el envío de mensajes y de archivos mediante Bluetooth.
Una visión diferente ofreció el ejecutivo Nelson Satt, que calificó el celular como una herramienta de trabajo y su mejor aliado, ya que también tiene las funciones de una computadora portátil.
Fernando Llanos, director ejecutivo de la ATT, informó de que las telecomunicaciones son uno de los sectores que más aportan al Producto Interno Bruto y que se han convertido en un servicio básico, según la Constitución Política del Estado.
Falta responsabilidad social
Rodrigo Barahona Lara | Sociólogo
Los celulares, al igual que en su momento la radio, la televisión y otros aparatos electrónicos, hacen más dependiente al ser humano de la tecnología. Su uso facilita con creces las comunicaciones. Sin embargo, esto presenta también algunas desventajas.
En el capítulo de las desgracias de reciente aparición, los accidentes de tránsito, atribuidos en su mayoría a los efectos del alcohol y a la inconsciencia de los conductores, se han complementado con una nueva modalidad que está causando un desconcierto estadístico: la conducción de automóviles y el parloteo simultáneo a través del teléfono celular.
En el caso del uso de este aparato, salta a la vista una paradoja: mientras el ser humano hace alarde de la ‘modernidad’ de dichos aparatos y otras herramientas tecnológicas, el grado de irresponsabilidad social se eleva a niveles estratosféricos, en perjuicio de la colectividad y del bien común. Conducir un auto y hablar por celular es como hacerlo con 10 botellas de cerveza encima. La gente debe tomar conciencia de esto porque el peligro es evidente.
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