El trabajo del científico boliviano, radicado en México, está dedicado a servir a la sociedad a través de sus proyectos inscritos dentro de lo que él llama “robótica social” | La meta de Bayro es llegar a quienes más lo necesitan.
“Soy de izquierda”, repite varias veces Eduardo Bayro durante la entrevista que realizamos en la casa de uno de sus hermanos, en La Paz. El científico estuvo unos días en el país para realizar varias charlas y recibir algunos reconocimientos a su amplia carrera. Si bien al principio no parece tan importante la declaración política de Bayro, que repite varias veces, a medida que va avanzando la conversación, se entiende el por qué de su necesidad de dejar en claro su ideología, la misma que ha marcado su vida, más allá de la trayectoria profesional.
Con algo de parecido físico al genial Albert Eistein, aunque con menos canas, Eduardo Bayro tiene todas las características de los intelectuales que parecen flotar un poco por encima de los demás mortales, sin embargo no podría tener los pies más puestos en la tierra. Y aunque hace varios años que vive en México, concretamente en Guadalajara, conoce perfectamente la realidad boliviana y está más que dispuesto a hacer su parte para mejorarla.
Extraña combinación
Eduardo Bayro Corrochano forma parte de una numerosa familia de 9 hermanos. Nace en Oruro en 1952, y a los 6 años viaja a Cochabamba, donde estudia en el Maryknoll y en el colegio San Agustín. A los 19 años viaja a Chile para estudiar ingeniería civil y electrónica, con mención en telecomunicaciones.
A su regreso a Bolivia, trabaja en la UMSA, en la Carrera de Electrónica, reformulando el programa de estudios. “Mi dilema era cómo conciliar el interés que siempre tuve de ser útil en el campo social, teniendo habilidades para la parte técnica. Siempre quise hacer algo por mi país.”
En 1979 viaja becado a Alemania para hacer una maestría y a los tres años regresa a Bolivia con equipos alemanes para los laboratorios de la UMSA. Trabaja allí hasta 1987 dando clases, mejorando el programa de estudios y fundando el Instituto de Electrónica. A fines de 1988 viaja por un par de años a Tarija donde es docente en la Universidad Juan Misael Caracho y funda el Instituto de Ciencia y Tecnología.
Durante su estancia en el país, Bayro fue miembro de grupos de izquierda, “siempre participé en las luchas y en las marchas y en 1979 trabajé con Luis Espinal en el periódico “Aquí”. Estuve muy cerca de él cuando lo mataron. Yo le advertí que algo pasaba. Su muerte me marcó mucho. Pero como ingeniero y tecnólogo era para mí muy complicado combinar las dos cosas, lo social y lo técnico.”
A fines del '90, Bayro viaja a la Universidad de Cambridge para hacer un doctorado en sistemas cognitivos, lo que es fundamental para él al abrirle el espacio al campo de la inteligencia artificial. “Cuando ya haces un doctorado, entras a un terreno en el que no hay salida. La investigación es muy demandante. Cuando regresé a Bolivia en 1994, me sentí en un país extraño, ya no había izquierda activa, ni proyectos en ese sentido. Trabajé un año más en Tarija, pero estaba desconectado de la realidad del país. Regresé a hacer un post-doctorado en Alemania y me involucré en la docencia. Para ese entonces ya era un investigador, y Bolivia me quedaba muy lejos.”
Sin embargo Bayro estaba decidido a regresar a Latinoamérica, por lo que envió una serie de cartas a distintos países de la región, buscando trabajo. México le respondió en 1999 invitándolo a Guanajuato, a un instituto de matemáticas muy prestigioso.
Al año de su llegada, Bayro publica su primer libro y le ofrecen un espacio en el Cinvestav (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional) en Guadalajara, donde reside actualmente.
En este centro Eduardo Bayro ejerce plenamente la investigación, y es docente de maestrías y doctorados. “En México se incentiva mucho la investigación y no faltan recursos para ello. Es un país muy generoso, aunque todavía el porcentaje que se otorga del PIB a la investigación, es muy bajo. Sin embargo uno puede vivir muy bien, con un buen sueldo, estando cerca al mundo tecnológico, a los avances, etc.”
Aunque Bayro se llama a sí mismo “el exiliado tecnológico”, acepta que vivir en México es lo más parecido a Bolivia que ha encontrado y que está contento en ese país.
Más que ciencia
Todo el background social y político de Bayro, le permite ser un intelectual que hace más que investigar, “sé de lo que estoy hablando, sé lo que quiero hacer, conozco la realidad social de la región. Desde esa perspectiva, como técnico tengo otra visión que cualquier investigador de países grandes. Y me siento orgulloso de ello.”
Ya estando en Inglaterra, Bayro había comenzado a explorar dentro de la inteligencia artificial, y en Alemania, a trabajar creando brazos, manos, etc. Llegando a México funda en el Cinvestav, el Laboratorio de Geometría, Visión y Robótica. Allá comienza a ganar proyectos y lograr fondos para trabajar intensamente en la creación de extremidades robóticas. “Sin embargo todavía no estaba contento porque mi trabajo no tenía ninguna conexión con la sociedad, pero siempre me ha acompañado el luchar contra la injusticia social, es algo que no me deja ni en sueños. En México me siento como en una vitrina, tengo éxito, soy prácticamente el número uno en robótica, tengo varios reconocimientos internacionales, pero es como ser una diva, no estaba haciendo nada respecto al prójimo. Mis estudiantes saben que soy de izquierda, hago presentaciones, doy charlas, trato de despertar un poco el interés social. De hacerlos leer. El mundo hoy es como una licuadora por la globalización. Los jóvenes no tienen ya muchos ideales.”
Para reafirmar este pensamiento, cuando a Eduardo Bayro se le entregó recientemente el grado de Doctor Honoris Causa en la UMSA, el científico dedicó el reconocimiento a todos los estudiantes de esta institución, que murieron durante la década de los 60 y 70, durante la guerrilla y la dictadura. “Esos estudiantes que murieron podrían ser hoy excelentes ministros, doctores… Era gente que venía de la burguesía, que murieron por lo que creían.”
Bayro asegura que jamás trabajaría, como lo hacen mucho de sus colegas, en tecnología bélica o de control, “eso me repugna, para mí es prostituirse, pero necesitaba saber qué hacer para contrarrestar las actitudes de esos otros científicos. Así que decidí empezar a trabajar en el área de robótica médica.”
Tecnología y sociedad
Eduardo Bayro ya tiene un equipo completo, que le llevó seis años de trabajo, de cámaras y endoscopios para ayudar a los médicos a operar tumores cerebrales y aneurismas. Aunque empezó de cero, hoy Bayro cuenta con varios equipos muy sofisticados con los que está trabajando también dentro del campo de la cirugía del abdomen. “En Guadalajara hay un excelente hospital de transplantes, por lo que estoy planeando ayudar en esta área con cámaras, una pantalla de tres dimensiones y brazos manipuladores.”
A partir de estos proyectos, Bayro ha comenzado a desarrollar lo que él llama “Robótica social”, término que ha inventado y que le ha dado un sentido claro a su trabajo, combinando sus conocimientos con la ayuda a quienes menos tienen.
Por ello decidió comenzar a trabajar en un humanoide, en sociedad con una empresa norteamericana. El “Mexone” se terminó de construir hace ocho meses. De acuerdo a Bayro, además de ser autónomo y liviano, la principal aportación de "Mexone" reside en el software de su inteligencia artificial, muy adelantado y basado en aloritmos de neurocomputación, computación evolutiva y lógica difusa.
Al igual que sucede con el sueño humano, "Mexone" almacenará en una computadora para computo paralelo la información que acumuló en su actividad, y una vez encendido de nuevo será capaz de recuperar este conocimiento de esta computadora por medio de una conexión inalámbrica. La percepción estereoscópica del humanoide se lleva a cabo por medio de dos cámaras que le permiten una visión tridimensional. Estos algoritmos tienen varias aplicaciones posibles, entre las que figura la ayuda a personas invidentes. Es decir, los mismos algoritmos de percepción pueden ser usados en un casco para guiar a no videntes.
Actualmente el humanoide mueve la cabeza, sujeta objetos y está comenzando a caminar. “Tengo siete estudiantes de doctorado y cuatro de maestría trabajando en él, cada uno en diferentes tópicos.”
Aunque hay varios científicos que trabajan en esta área en diferentes países como Japón, Italia, Israel o Alemania, la diferencia entre ellos y Bayro es sustancial. “Mi target es no pasarme de 1.000 dólares por ejemplo, aunque los otros cobren 60.000.
Este casco para no videntes en el que estoy trabajando será de mucha ayuda para quienes no pueden ver, además de ser orientado por las cámaras, el usuario podrá tener acceso a Internet y a las diferentes redes sociales. Desde este punto de vista, he encontrado cómo hacer que mis trabajos sean útiles para la sociedad.”
La semana en la que estuvo en Bolivia, Bayro intentó reunirse con el Presidente Morales para explicarle sus conceptos, pero no pudo lograrlo. Sin embargo ya tiene varios proyectos junto al Instituto de Electrónica, que él ayudó a fundar hace varios años atrás, para insertar la robótica social dentro de las necesidades del país. “Con esto estaría llenando mis ideales de ser útil como técnico. Este es el momento apropiado y estoy resuelto a trabajar para ello.”
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