Un equipo científico europeo presentó esta semana tres nuevas formas de interacción entre el cerebro y una máquina para que personas con discapacidades físicas severas puedan recobrar cierta movilidad “a distancia” y mejorar sus relaciones sociales.
“Creo que hemos preparado el terreno esencial para un nuevo enfoque de la rehabilitación física y social de los pacientes”, declaró el científico José Millán, profesor del Centro de Neuroprótesis de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) y coordinador del experimento conocido como TOBI (Tools for Brain-computer Interaction).
Millán presentó un pequeño robot que permite a una persona sin posibilidades de moverse de su cama reconstruir vínculos sociales gracias a que la máquina es controlada a distancia con el pensamiento, para lo cual el experimento asoció la electroencefalografía, el reconocimiento de signos, detectores de obstáculos e internet.
Una vez que todos esos elementos funcionaron entre sí, el paciente fue capaz de “pasearse” virtualmente en un entorno familiar gracias a la cámara y a la pantalla incorporadas al robot. El programa de investigación que ha hecho esto posible duró cuatro años y en él participaron más de un centenar de voluntarios con discapacidades físicas graves.
En su mayoría se trataba de personas que, tras un accidente cerebrovascular u otro tipo de lesión, perdieron el control -parcial o completamente- de uno o más miembros, además de algunos casos de parálisis total.
La participación de esos voluntarios permitió registrar los impulsos producidos por el cerebro cuando el enfermo se concentraba en una tarea específica, como levantar un brazo, analizarlas en un ordenador y luego transformarlas en una acción concreta.
En este ámbito, un segundo experimento presentado por Millán correspondió a una interfaz gráfica que permite a una persona completamente inmovilizada desplazar un cursor en una pantalla hasta activar las letras o la acción deseada.
“Si la situación lo permite, los captores de impulsos musculares -incluso ínfimos- pueden ser utilizados de manera complementaria”, explicó el profesor. La tercera tecnología desarrollada supone conectar un electroencefalograma con electrodos que estimulan los músculos y permiten al paciente controlar el movimiento de una extremidad tras un accidente cerebrovascular.
“En ciertos casos, un entrenamiento intenso con este dispositivo ha permitido a los pacientes recuperar el control de un miembro paralizado y conservarlo incluso sin asistencia”, explicó Millán. Para el responsable de estas tres experiencias -financiadas por la Comisión Europea y dirigidas por la EPFL con la colaboración de instituciones científicas en otros países comunitarios-, estos avances servirán de base para desarrollos posteriores, incluso por parte de la industria.
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