Tecnoestrés es una palabra que no está registrada en el diccionario, ya se la empieza a citar en diversas publicaciones que abordan el tema de las tecnologías y la adicción que pueden desencadenar. ¿Qué es el tecnoestrés?¿A quiénes afecta? ¿Cómo se puede evitar caer en él? Hace poco, el diario La Nación de Argentina, en sus habituales páginas de ciencia y tecnología, abordó este tema y definió sin rodeos que el tecnoestrés es la sobrecarga de información que puede alterar a las personas.
El perjuicio va más allá de los clásicos dolores de espalda y de cabeza al estar expuestos tantas horas frente al computador. Se trata de actitudes casi patológicas como dormir con el celular encendido, al alcance de la mano, o dejar de interactuar con el amigo de al lado por estar atento a las redes sociales. Ni qué decir de aquellos que no logran saciarse, pues sienten la imperiosa necesidad de adquirir la última novedad tecnológica que salió al mercado.
En el trabajo hay quienes ni bien encienden su computador se conectan a las redes sociales, las mismas que chequean a cada rato, alterando su ritmo laboral y hasta descuidándolo. Incluso hay quienes tienen más amigos en las redes que de carne y hueso...
De seguro nadie se ha librado de alguna de estas situaciones, por lo tanto, nadie puede considerarse inmune al tecnoestrés.
En resumen, es cierto que la tecnología facilita muchos aspectos del diario vivir, pero también puede crear comportamientos adictivos que no son fáciles de superar, advierten los especialistas.
Al respecto, la sicopedagoga Regina Kropp no cree que la tecnología pueda llegar al extremo de enfermarnos, pero sí afectarnos cuando se torna en el eje sobre el cual se estructura gran parte de nuestra vida.
Por su parte, la sicóloga Jeanette Paredes Jordán está convencida de que la tecnología no enferma, pero sí nuestros comportamientos. “Es posible que nos cree una adicción a sentirnos localizables y ‘mensajeables’. Aunque nos mantiene en contacto con mucha gente, nos puede llegar a afectar en la socialización con las personas más cercanas a nosotros”.
Todos son vulnerables, desde niños hasta personas adultas, la clave está en detectar ciertos comportamientos que se detallan a continuación.
Relación persona-objeto
“Sin llegar a ser una patología en la mayoría de los casos, esta relación de dependencia se puede manifestar de maneras diferentes: como fatiga, ansiedad, nerviosismo, y hasta puede convertirse en una adicción”, hace notar Kropp, mientras que Paredes dice que “cualquier relación que no es bien manejada puede crear una disfuncionalidad”.
Aunque no hay estudios científicos que den cuenta del tecnoestrés en las sociedades, una investigación de Intel (uno de los mayores fabricantes de circuitos integrados) en varios países del mundo detectó que el 40% de los usuarios permanece durante las 24 horas y los siete días a la semana conectados a sus dispositivos.
El artículo de La Nación antes mencionado lanzó la conclusión de que “a medida que las tecnologías se fueron haciendo masivas y de uso más cotidiano, el término tecnoestrés comenzó a utilizarse con más frecuencia porque cada vez es mayor el número de personas que lo experimentan”.
Cómo saber cuándo nos pasamos de la raya
Kropp aconseja: “Es importante racionalizar la información que recibimos y aprender a gestionarla para convertirla en conocimiento. Hay que limitar y seleccionar las fuentes que consultamos, asumiendo que es imposible digerir toda la información que nos gustaría. El querer más sin quedarnos satisfechos, entrar en una suerte de competencia por tener lo más moderno y complicado, es señal de alarma”.
Para Paredes, es hora de poner límites cuando “las relaciones con la tecnología se transforman en obsesivas, generando dependencia, afectando a nuestro interactuar con otros aspectos de la vida, al punto de aislarnos e influyendo negativamente en el proceso de socialización”.
Detectando patologías
Como la terminología es nueva en este aspecto han surgido palabras tratando de explicar padecimientos relacionados con la tecnología. Se habla de ‘tecnoansiedad’, ‘tecnofilia’, ‘tecnofatiga’ y ‘tecnoadicción’.
Después de investigar mucho al respecto, Pablo Alejandro Fain, especialista argentino en Tecnologías de la Información, apasionado por la Internet y las redes sociales, publicó en su blog que la tecnoansiedad es un trastorno que produce ansiedad por estar siempre conectados.
Generalmente afecta a chicos, entre 7 y 16 años, que presentan alteraciones en la conducta cuando están separados de sus medios de comunicación favoritos (celulares y computadoras).
También se habla de tecnofilia, el impulso irracional a acceder a ‘lo último’ en teléfonos celulares, computadoras, etc. comprometiendo el presupuesto mensual y postergando gastos más urgentes.
En cuanto a la tecnofatiga, esta se caracteriza por un estado de cansancio mental (estrés, falta de concentración) y físico (dolor de espalda, cuello y muñecas, pérdida de agudeza visual).
Y la tecnoadicción es usar la tecnología en cualquier momento y lugar, al punto que la vida real de la persona está por debajo de las relaciones virtuales. Por ejemplo, la necesidad imperiosa de responder un mensaje lo antes posible sin que este sea urgente (interrumpir una reunión o a un amigo que está llorando en tu hombro para atender el WhatsApp o darle ‘me gusta’ en Facebook).
¿Qué hacer para no ser víctimas de la tecnología?
Según Paredes hay que realizar otras actividades que permitan lograr un equilibrio, lejos del computador o el celular, mejor si es al aire libre. Si el apego a las tecnologías es desmedido no hay que pensarlo dos veces y se debe pedir ayuda u orientación profesional.
Por su parte, Kropp recomienda establecer límites en el uso de las tecnologías en ciertos momentos del día en que no las necesitamos, como a la hora de las comidas, reuniones, el tiempo de compartir un programa de televisión o de mantener una conversación.
Una charla con un amigo siempre va a ser más gratificante y constructiva que un fría intercambio resumido en pocas letras e íconos, como el del pulgar arriba o una carita feliz.
La interacción social
En el pasado
Pasar las horas en vacaciones. Salir a la cancha a jugar fútbol, andar en bicicleta, pasear por la plaza saboreando un helado y saltar la cuerda.
Celebrar tu cumpleaños. Invitar a tus mejores amigos y familiares cercanos a visitar tu hogar, comer juntos un pastel después de que te cantaron el tradicional Cumpleaños feliz.
Atrapar al marido tras la sospecha de infidelidad. Convencer a tu mejor amiga de perseguirlo en su auto con gafas y pelucas hasta encontrarlo infraganti con la otra.
En el presente
‘Matar’ el tiempo libre. Jugar Nintendo frente a un plasma, visitar los perfiles de tus agregados en Facebook y twittear con los famosos, a los que sigues 24 horas al día.
Aniversario natal. Actualizar tu estado con alguna frase filosófica sobre los años y sentarte a esperar a ver cuántos ‘amigos’ virtuales hacen un comentario o ponen el pulgar arriba de ‘me gusta’.
Acecho virtual. Conseguir su clave de ‘Face’ para saber quiénes son sus amigas, espiar sus charlas y ver sus fotos.
Adicción a las tecnologías
40% según estudios
Permanece 24 horas al día, siete días a la semana conectados a sus dispositivos. La investigación la hizo Intel, uno de los mayores fabricantes de circuitos integrados.
Así pasa hoy en día
Hay quienes tienen más amigos en las redes sociales que cara a cara.
La era de la interacción, es también la era de una calidad de vida deteriorada por el tecnoestrés y los cada vez menos contactos cara a cara.
1 El fenómeno del Whatsapp
Otra herramienta de interacción
Es un fenómeno social de mensajería instantánea gratuita en los smartphones (teléfonos inteligentes) y por tanto en cualquier momento y lugar. Supone una manifestación más del ser humano de conexión y de comunicación interactiva.
2 Arma de desinhibición
Se siente más confianza
Los tímidos tienen con esta herramienta la oportunidad de interactuar mejor porque no están dando la cara. Se desinhiben más y son capaces de sentirse más libres de escribir lo que piensan. Hay una suerte de camaradería entre el grupo al que fue agregado.
3 Paradoja de las relaciones
Situaciones reales
La escena de un grupo de amigos sentados en una mesa de un café o restaurante, cada uno ensimismado en su charla virtual, sin verse las caras y sin charlar entre ellos, es una situación reiterativa. Paradójicamente su aparato tecnológico facilita la interacción.
Datos interesantes al respecto
El término tecnoestrés . Fue introducido por primera vez en el libro Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution (Tecnoestrés: el costo humano por la revolución de las computadoras), por el siquiatra norteamericano Craig Brod, en 1984.
Según el libro . Se define el tecnoestrés como "una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable".
Otras conceptualizaciones. Otros investigadores, como Michelle Weil y Larry Rosen, definieron al tecnoestrés como "cualquier impacto negativo en las actitudes, los pensamientos, los comportamientos o la fisiología causado directa o indirectamente por la tecnología".
Algunos hablan de tecnofatiga . Cuando la persona siente tensión y malestar por el uso de algún tipo de nueva tecnología. La ansiedad los lleva a generar pensamientos negativos y creen que no son competentes ni capaces de utilizar esos implementos modernos y ‘difíciles de descifrar’.
Consejos para evitar el tecnoestrés
María Teresa Ramos, catedrática de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), propone algunas sugerencias para evitar el tecnoestrés. Recomienda limitar el uso de la tecnología para lo estrictamente necesario, es decir, que si por cuestiones de trabajo se está en contacto continuo con la computadora, no es aconsejable que una vez que termine la jornada laboral el individuo siga con dicho contacto en su casa. Reservar un día sin tecnología para fomentar las relaciones humanas de contacto directo es otra opción para el descanso y la recreación, elementos importantes y necesarios para conservar la salud.
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