India se despide de los telegramas después de 163 años. Miles de indios nostálgicos colmaron las oficinas postales para enviar a parientes y amigos un último recuerdo de este obsoleto sistema de comunicación. Más de 20.000 telegramas se enviaron el domingo pasado en Nueva Delhi y todo el país, antes del cierre definitivo de las ventanillas dedicadas a este servicio.
El último mensaje, enviado poco antes de la medianoche, fue para Rahul Gandhi, delfín e hijo de la dirigente Sonia Gandhi: lo envió un partidario que le auguró “felicidad y éxito” en su carrera política.
La decisión de pasar al archivo de la historia al viejo y obsoleto telégrafo suscitó gran interés en India, causó una ola de nostalgia en los diarios, que publicaron numerosas fotos de viejos instrumentos -ahora piezas de museo- y ancianos empleados de correos conmovidos hasta las lágrimas.
Hace un mes, la compañía telefónica pública BSNL, que gestionaba el servicio, anunció su suspensión debido a las fuertes pérdidas económicas.
En la década de los años 80, cuando el telegrama era el medio de comunicación más popular y económico, el tráfico anual era de 75 millones de mensajes.
Los sindicatos de la empresa telefónica protestaron con dureza contra la decisión: “El telegrama todavía es muy utilizado, sobre todo en las zonas rurales”, afirmaron en un comunicado.
Antes de la llegada de los teléfonos móviles y de internet, los telegramas eran la principal forma de comunicación. En 1947, fecha de la independencia de India de la era colonial británica, se enviaron 20 millones de mensajes. En 2012, el número de telegramas cayó a 40.000, procedentes, en su mayoría, de la administración pública que enviaba mensajes a regiones remotas del gigantesco país de 1.200 millones de personas.
La historia
Las primeras líneas de telégrafos las instalaron los británicos en 1851, en la capital colonial que entonces era Calcuta. Con una extensión de 40 kilómetros, salían del río Hooghly y se comunicaban con un puerto importante del golfo de Bengala. A finales de ese siglo, había 200 mil kilómetros de cables y el servicio se usaba con cualquier motivo.
Los mensajes -que siempre se entregaban en mano- anunciaban fallos judiciales, horas de llegada, nacimientos, clima, la guerra y la noticia más temida: la muerte de un allegado.
Conocido localmente como el Taar (hilo), el servicio también ayudó a la poderosa empresa comercial Compañía de las Indias Orientales a mantener su dominio público y militar en la región. Cuando las tropas indias se levantaron en 1857, dando nacimiento a una rebelión contra la administración colonial, la historia cuenta que el telegrama desempeñó un papel crucial para ayudar a las fuerzas británicas a movilizarse y recuperar el control de la situación.
“Las oficinas parecían fábricas. A veces, teníamos la impresión de conocer todos los detalles de la vida de nuestros clientes; la palabra ‘intimidad’ no existía en el diccionario de nadie”, contó R.K. Rai, un telegrafista retirado que vive en Nueva Delhi y que tecleaba los mensajes en morse.
Los telegrafistas
Oficinas Sólo 75 oficinas siguen abiertas en todo el país, que emplean a menos de mil telegrafistas. Después del cierre serán transferidos a otros servicios del Ministerio de Telecomunicaciones.
Nostalgia Sin embargo, el fin del telegrama no suscita la nostalgia en el extelegrafista R.K. Rai, quien prefiere usar su teléfono móvil. “La comunicación es cuestión de velocidad y el más rápido ganará la partida. Ya era hora de que el sistema de telegramas admitiera que ha sido vencido”, dice.
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