Según la empresa, "el resultado son tasas de cuadros consistentes y fluidas y tiempos de respuesta ultra veloces que no eran posibles con tecnologías de pantallas previas".
Normalmente, un monitor tiene una tasa de refresco de por lo bajo unos 60Hz, pero las tasas de render de las GPU son variables, y en los intentos de sincronizarse es que ocurren anomalías como el lag (retardo de movimiento) y el tearing (que la imagen se vea partida).
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