De tener un celular Nokia 1100 a comprarse un iPhone 4. Así fue el salto tecnológico hace dos años de Rubén (nombre ficticio), que hoy no escatima esfuerzos económicos para adquirir lo último que sale en el mercado de los teléfonos móviles.
No anda con uno ni con dos teléfonos, sino con tres, y es que, según él, su trabajo como petrolero lo obliga a estar conectado las 24 horas del día esté donde esté. “Son herramientas de trabajo, por mi oficio debo estar siempre alerta a cualquier situación que pase en los campamentos”, se excusa.
Pero sus amigos, los cercanos, consideran que no es tan así, que él se ha hecho un ‘tecnoconsumista’ porque cada vez compra el último celular que sale a la venta.
Ahora está a la espera del iPhone 6, que supone saldrá en diciembre. “Incluso sé que será resistente al agua”, cuenta emocionado.
Esta situación es similar a muchas personas, sobre todo varones, que han dejado de lado algunas necesidades momentáneas para llevar en el bolsillo lo que ellos consideran que es elemental para la interacción social y laboral cotidiana.
“Mi gusto por la tecnología no ha menguado ninguna de mis necesidades básicas, sí algunas como comprarme ropa o salir, pero es por un par de meses y todo vuelve a la normalidad. Todos mis teléfonos los he comprado al contado”, señala Rubén.
No tienen límite
Eduardo Chávez, propietario de Dealer Chávez, empresa dedicada a la venta de celulares y todo equipo electrónico al contado, cuenta que él ha podido percibir en carne propia ese consumismo por la tecnología que sobre todo ataca a los varones jóvenes.
“Hay muchachos que llegan aquí a querer sacar a crédito celulares de $us 700, pero lamentablemente se los negamos porque sus sueldos no sobrepasan los Bs 2.000”, aclara.
Como algo curioso que ha podido ver en todos los años que lleva en el mercado es cómo personas que se pueden considerar adultas y que en teoría ya deberían contar con un sustento económico, llegan a la tienda con sus padres para que ellos absorban las deudas que han contraído por tener el último teléfono móvil.
“Para evitar esto dejamos de dar crédito directo y trabajamos con bancos porque ellos tienen todo un equipo de personas que evalúan capacidad de pago y luego los buscan para cobrarles”, dice Chávez.
Es claro al informar que si una persona desea adquirir un equipo de última generación, con precios arriba de los $us 700, debe tener un ingreso salarial por lo menos de Bs 3.000.
En este sentido relata que el hombre es exigente, pues si quiere venderle un equipo tarda por lo menos una hora en atenderlo, mientras que las mujeres no tienen tendencia a hacerse consumistas con este tipo de productos. “Mis vendedores tardan 15 minutos en vender un celular a una mujer, porque no son tan exigentes”, explica.
Factores adictivos
Los estudios sobre el tema muestran que existen personas que tienen un gen que las hace propensas a las adicciones.
Otras investigaciones muestran que un ambiente muy angustiante, el maltrato y la violencia, la falta de lazos afectivos en la infancia temprana, pueden desencadenar este y otros trastornos.
“Otros factores que pueden llevar a una persona a volverse dependiente de la tecnología son la timidez, la baja autoestima u otros trastornos asociados como la fobia social”, explica la sicóloga clínica Tania Buzzolaro.
Por otro lado, se sabe que la tecnología es, en la actualidad, un instrumento para mostrar estatus. Buzzolaro aclara que para entender la importancia de este fenómeno basta con mirar a los jóvenes cuando están en grupo, cada uno con su celular chateando o mirando videos. “Es como una nueva forma de comunicación y de tener un lugar en el grupo”, manifiesta.
Daniel (15) les ha pedido a sus padres, que trabajan de comerciantes en un centro de abastecimiento de la ciudad, que le compren un Samsung Galaxy S5, que cuesta más de $us 550, para Navidad. Dice que sus amigos tienen celulares pero que su “meta” es impresionar a una compañera del colegio.
“Aunque no lo pueda usar en clases, por lo menos podré mostrar que tengo lo último en tecnología para chatear y sacar fotos a mis amigos”, dice.
Consecuencias caras
Las personas que son consumistas de tecnología generalmente se habitúan a recibir halagos y cuando esto no sucede, sienten frustración, rechazo, poca integración, perjudicando sus relaciones personales.
“Afecta a su economía porque por ese marcado consumismo en el que gasta más de lo debido, se endeuda permanentemente y con ello se complica su vida personal, familiar, etc.”, expone la terapeuta familiar Fanny Parrado.
La especialista asegura que existen tratamientos para este tipo de adicciones, pero que solo dan resultados si la persona toma conciencia de que esto le perjudica como cualquier adicción.
“Ante la aceptación recién se puede evaluar y reflexionar cuál es el trasfondo de esta conducta”, indica.
Buzzolaro explica que para estos trastornos, el tipo de tratamiento es a través de terapias acompañado de fármacos.
“Los síntomas de este trastorno en la infancia pueden venir asociados a otros, como el déficit de atención o el síndrome de Tourette. Por esto es muy importante el diagnóstico”, reflexiona la sicóloga.
Un freno desde chicos
Ambas especialistas coinciden en que este tipo de adicción se puede frenar cuando son niños y, sobre todo, cuando las personas atraviesan la adolescencia, etapa de la vida donde el ser humano busca aceptación de su entorno social.
Parrado sostiene que todo depende de cómo los padres los educan. “Al adolescente le importa mucho cómo lo ven sus pares, el qué dirán, la aceptación de grupo y está buscando esta aceptación al precio que sea”.
Buzzolaro cree que todos los padres deben buscar actividades paralelas en las que los adolescentes ocupen su tiempo de manera sana, evitando así no solo la ansiedad de tener el último equipo de moda, sino el que estos pasen demasiadas horas encerrados conversando por chat y dejando de lado las formas tradicionales de hacer amistades.
“Tener límites no ayuda a construir un mundo interno, donde debemos gradualmente aprender a decir no a las cosas que no podemos aunque nos gustaría. Esto es salud mental”, enfatiza Buzzolaro.
Muchas veces no se puede tener todo lo que hay, pero es importante valorar lo que se tiene
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