El ensayista Nicholas Carr cree que hemos caído en una excesiva automatización y que hemos externalizado parte de nuestras capacidades. La tecnología guía nuestras búsquedas de información, nuestra participación en la conversación de las redes, nuestras compras, nuestra búsqueda de amigos. Y nos descarga de labores pesadas.
Todo ello nos conduce a lo que Carr denomina ‘complacencia automatizada’: confiamos en que la máquina lo resolverá todo, nos encomendamos a ella como si fuera todopoderosa, y dejamos nuestra atención a la deriva. A partir de ese momento, si surgen problemas, ya no sabemos cómo resolverlos.
Pensamos que es ‘cool’
Afirma el experto estadounidense: “Estamos embrujados por las tecnologías ingeniosas”, dice desde su casa en Boulder, Colorado, en las Montañas Rocosas. “Las adoptamos muy rápido porque pensamos que son cool o porque creemos que nos descargarán de trabajo; pero lleva tiempo darse cuenta de los peligros que encierran, y no nos paramos a pensar cómo estas herramientas cambian nuestro comportamiento, nuestra manera de actuar en el mundo”.
Afirma que las tecnologías nos están robando el desarrollo de preciosas habilidades y talentos que solo se desarrollan cuando luchamos duro por las cosas. Cuanto más inmediata es la respuesta que nos da el software diciéndonos adónde ir o qué hacer, menos luchamos contra esos problemas, y menos aprendemos. Nos roba también nuestro compromiso con el mundo. Pasamos más tiempo socializando a través de la pantalla, como observadores. Reduce los talentos que desarrollamos y, por tanto, la satisfacción que se siente al desarrollarlos. Asegura que mantener la atención en el nuevo escenario tecnológico es más difícil. Los estímulos impiden centrarse y pasamos de un tema al otro sin ton ni son
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