Es una caja naranja un poco más grande que una de bombones. Está llena de cosas interesantes: dos cables, un teclado, una pantalla... el niño Omar, 10 años, y la niña Faizah, 9, se disponen a armar un ordenador en el Fab Lab de Londres.
Con un poco de nervios y mucho asombro, los dos, que forman equipo, sacan de la caja una pantalla, un teclado, dos cables, una minitarjeta madre integrada, una tarjeta SD, una clave de wifi, una caja transparente, un altavoz y lo necesario para conectarlo todo a la corriente eléctrica.
El primer paso, les dice la guía, es proteger el "cerebro" de la computadora, la placa de circuitos impresos, poniéndola en la caja transparente. Luego hay que darle "nuevos poderes", añadiéndole la memoria, el altavoz, la pantalla, etc..
Sólo queda por "dar vida" a este equipo mediante la conexión a la corriente eléctrica. "¡Funciona!", exclama Omar viendo aparecer las primeras líneas en la pantalla, algo que parece salido de la película "The Matrix".
"Cuando abrí la caja, pensé que iba a ser muy difícil [...], pero al final terminamos en 5-10 minutos", explica con orgullo el muchacho, vestido con el uniforme de su escuela, camisa blanca, jersey azul y corbata.
Cuando la computadora les pregunta que elijan un nombre para su equipo, los dos muchachos lo tienen claro: "¡Campeones!".
Ser creativos
Este es el primer taller basado en Kano, un kit de computadora barata (149 dólares, 99 euros), que se celebra en el nuevo Fab Lab, una organización pública municipal para promover el desarrollo tecnológico.
A lo largo del día, 60 niños construirán, por parejas, su propio Kano.
"Es importante dar a los niños la oportunidad de ser creativos con la tecnología", dijo Ande Gregson, cofundador y director del Fab Lab.
"Consumen demasiada [tecnología] hoy. Tienen PS3, Xbox, todas estas consolas de videojuegos con las que pueden jugar sin tener una idea de cómo fueron creadas", lamenta.
"Tratamos de reparar en parte este hecho, dándoles un espacio para ser creativos y quizás hacerles ver el mundo de una manera diferente", dijo.
"En lugar de ser dirigidos por la tecnología, es bueno estar al tanto de cómo funciona con el fin de ser realmente capaz de utilizarla y desarrollarla, y no sólo ser un consumidor", abunda Gregory Bamert, que trajo al taller a un hijo suyo, Theo.
Theo recibió el kit de Kano en Navidad y desde entonces "ha jugado bastante con él". Lo montó una primera vez durante las fiestas y ahora está en Fab Lab para aprender cosas nuevas.
"Pensamos que iría un paso adelante en la comprensión de cómo funciona y en entender conceptos básicos sobre programación", agregó.
Una vez montado, el equipo permite aprender paso a paso programación lúdica,de juegos (Minecraft, serpiente, Pong) y aplicaciones (música, video).
La programación como medio de expresión
Faizah y Omar están encantados de aplicar lo que aprendieron en el curso de programación desde el comienzo del año. Como todos los niños de las escuelas británicas, tras la decisión del gobierno de hacer obligatoria esta asignatura.
"Es un enorme progreso que en países como el Reino Unido y Estonia, la programación y el pensamiento algorítmico entren en el plan de estudios", juzgó Alex Klein, cofundador de la empresa tecnológica Kano.
"Les decimos a los niños 'programad o sed programados', que si no aprenden a programar, serán las máquinas los que les programarán en el futuro. Pero en lugar de este mensaje basado en el miedo, debemos decirles que la programación es como la música o la pintura, solo otra manera de expresarse ", añade, explicando la filosofía detrás de la creación de Kano.
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