La ergonomía era uno de los puntos a mejorar en la Sony A7 y con este nuevo modelo se superan algunos fallos, como la colocación del botón de disparo más hacia delante en la empuñadura. Hablando de empuñadura, es bastante prominente y ofrece un agarre cómodo y seguro, necesario en una cámara que pesa 600 gramos sin contar la lente, y además tiene una textura rugosa antideslizante. El chasis está realizado en aleación de magnesio, un material resistente pero relativamente ligero. La sensación al sujetar y manejar la Sony A7 II es bastante similar a la de una réflex, pero lógicamente su tamaño está más ajustado. Sin embargo, aunque no es una cámara aparatosa, es bastante sólida.
Los controles están bien colocados para que podamos acceder a ellos cómodamente. Como decíamos, el botón de disparo se adelanta un poco en la empuñadura, para que sea más fácil de alcanzar con el dedo índice. La situación de las ruedas para controlar la velocidad y el diafragma también resulta cómoda, y es uno de los aspectos que nos recuerda al manejo de una réflex. Sony reparte los botones y diales entre la parte superior y la trasera, junto a la pantalla, que no es táctil.
La pantalla esta sobre una bisagra que nos permite abatirla, pero eso sí, solamente en el eje vertical. Resulta cómoda para trabajar en ángulos picados o contrapicados, y también para evitar reflejos del sol.
La cámara ofrece los modos de disparo habituales en Sony, como el automático superior que se encarga de seleccionar las escenas automáticamente, aunque no siempre se consigue el resultado deseado.
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