Se hace llamar El Fantasma, tiene 33 años y se jacta de haber penetrado en cerca de 5.000 cuentas de correo electrónico.
Pero no es el único. Al igual que él, otros hackers o personas interesadas en la tecnología o expertos en informática intervienen cuentas de emails y páginas electrónicas de entidades públicas y privadas. Por ello, cuando se habla de un hacker se piensa en alguien que se dedica a actividades ilícitas. Pero no es así, en el país y el mundo también hay quienes gozan de este denominativo porque construyen programas o herramientas virtuales, o se dedican al software libre, o a mejorar la calidad de las redes tecnológicas.
La Agencia para el Desarrollo de la Sociedad de la Información en Bolivia (ADSIB), dependiente de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional, reporta un promedio anual de 166 sitios web, de instituciones públicas y privadas, que sufrieron ataques cibernéticos, desde 2006.
Son huellas dejadas por los denominados “hackers malos”, quienes ingresan ilegalmente a sistemas y redes ajenas con diferentes objetivos; mientras que los “buenos” son aquellos que se dedican a la innovación y creación en esta actividad que se sumerge en el ciberespacio.
El Fantasmano se incluye entre los “malos” porque, asegura, se dedica a la investigación. Por ejemplo, indaga las infidelidades de pareja, a pedido de sus clientes. Para ello ingresa a cuentas personales de correos electrónicos o redes sociales. Eso sí, cuando se contacta con un cliente, no se presenta en persona, entabla acuerdos a través de internet y transa el pago mediante un intermediario, su “secretario”, cuya cuenta en una entidad financiera es utilizada solamente con esa finalidad.
Y si le gusta mantener su anonimato, por qué aceptó esta entrevista. “La he estudiado con anterioridad, he visto sus cuentas sociales, sus correos y comprobé que realmente es periodista”, admite, con un dejo enigmático, este personaje que cultiva su destreza desde los 13 años, tiene acento del oriente, tez morena, estatura mediana. “Me duele la cabeza cuando estoy en El Alto”, comenta, mientras prueba su mate en un local de la Terminal de Buses de La Paz. No le teme a la Policía, relata que gana lo suficiente para vivir y que estudia la carrera de Veterinaria.
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