García de Abajo, en el artículo escrito el año 2009 con el título “Nanofotónica: Control de la luz a escalas nanométricas”, menciona que los campos electromagnéticos, y en concreto la luz, forman parte privilegiada de esta joven disciplina al ser portadores de información e instrumentos de medida y control. La nanofotónica se encarga del estudio de la luz a escala nanométrica y beneficia a la biología, la química y la ingeniería a través de esquemas novedosos de microscopía, de modificación externa de reacciones y de dispositivos integrados para conmutación óptica. Y como las demás disciplinas de lo nano, la nanofotónica se enfrenta al reto de lidiar con las reglas de juego del mundo de lo pequeño, donde la física cuántica es dueña y señora, y los conceptos deterministas pierden su utilidad. Sin embargo, estas nuevas reglas producen fenómenos sin parangón en el mundo macroscópico y se convierten por ello en una ventaja para el nanotecnólogo. Mientras los biólogos moleculares se esfuerzan en entender los detalles de la auto-replicación celular, físicos e ingenieros descubren recetas para lograr auto-ensamblado de entes nanoscópicos inertes: Ópalos, auto-organización de moléculas complejas, etc.; en su afán por emular los procesos naturales de la vida, en un enfoque de arriba hacia abajo, y con fe en encontrar propiedades emergentes desconocidas. Otras estrategias se decantan por construir castillos microscópicos de ladrillos moleculares, enfoque de abajo hacia arriba, controlados con precisión por herramientas como las pinzas ópticas. Todo ello en estrictas condiciones de laboratorio, ultra alto vacío y pureza química. Resulta sorprendente comprobar cómo la naturaleza que se pretende imitar es aún capaz de sintetizar las mejores estructuras fotónicas conocidas, y lo hace en medios turbios, en un charco.
La tesis de maestría de Septién, publicada el año 2011 con el título “Invisibilidad óptica”, menciona que algunos de los avances más significativos de la nanofotónica se han centrado en los metamateriales, cuyas propiedades ópticas superan y complementan a las de los materiales que se encuentran en la naturaleza o las de los sintetizados con técnicas químicas y físicas convencionales. Los metamateriales se construyen de forma artificial a partir de componentes microscópicas, organizadas en general en disposiciones periódicas, y presentan respuesta óptica asimilable a la de medios continuos sin estructura, cuyo manejo resulta sencillo al venir descritos por constantes efectivas. El índice de refracción, definido por el cambio angular en la dirección de propagación de la luz al atravesar una superficie, es una de esas constantes sobre las cuales se han producido importantes avances, como la demostración experimental de medios de índice negativo en los que la dirección de difracción es contraria a la intuición. El profesor Sir John B. Pendry, del Imperial College de Londres, fue pionero en el diseño de este tipo de materiales y mostró en el año 2000, en el artículo titulado “La refracción negativa hace una lente perfecta”, cómo podrían ser utilizados para fabricar lentes perfectas, capaces de formar imágenes con precisión superior a la impuesta por el límite de difracción, que impide resolver detalles inferiores a media longitud de onda, una fracción de la micra para luz visible. En realidad, se han construido lentes perfectas tan sólo para microondas, pero su concepción ha supuesto una fuente de inspiración para muchos grupos de investigación en busca de fenómenos ópticos extraordinarios. Entre ellos destacan los materiales invisibles, indistinguibles del aire porque tienen su mismo índice de refracción. Otra estrategia para lograr invisibilidad, demostrada por el mismo profesor Pendry y su colaborador Smith durante el año 2006, en el artículo titulado “Superlentes”, consiste en rodear el objeto que se quiere hacer desaparecer de una coraza para desviar las ondas electromagnéticas de forma adecuada, como los escudos de las naves de los romulans en Star Trek. De nuevo, estos materiales han sido confeccionados tan sólo para microondas, aunque su extensión a frecuencias altas, por ejemplo el infrarrojo cercano, es una cuestión más técnica que conceptual. Recientemente se ha logrado un alto grado de invisibilidad en metales, opacos en general, pero que se tornan transparentes al ser perforados por redes periódicas de agujeros.
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