Con el rápido avance de la tecnología, los seres humanos pierden poco a poco una parte de su libertad, sin ni siquiera preocuparse, se lamenta el filósofo francés Jean-Michel Besnier.
A este profesor de filosofía de la Sorbona, que se define como un humanista, le gustaría que las personas se plantearan ciertas preguntas existenciales para intentar poner límites.
"Estamos entrando en una nueva era de aceleración del progreso científico y técnico. La informática, matriz de todos estos cambios, se aplica ahora a todos los ámbitos. Un avance mayor fue el descubrimiento en la década de los años 60 de la estructura del ADN, que contiene el patrimonio genético. Desde entonces, se percibe al ser humano como a un soporte de información. Las nanotecnologías, la biotecnología, la informática y las ciencias cognitivas están convergiendo para realizar objetos cada vez más pequeños, siempre más eficientes e inteligentes”, sostiene Besnier.
El imperio de las máquinas
Para Jean Michel Besnier estamos cada vez más rodeados de máquinas que están pensadas para facilitarnos la vida.
El auto autónomo, por ejemplo, está pensado para mejorar la circulación, la seguridad y para ahorrarnos tiempo.
Pero las personas pueden sentirse cada vez más privadas de iniciativa.
"Ya no estamos a cargo de gran cosa y, por ende, ya no somos responsables. Nos volvemos cada vez menos libres; por lo tanto, menos morales, y nos comportamos cada vez más como máquinas. Esto abre las puertas a una deshumanización. Ser libre es aceptar el azar, tomar riesgos”.
El autor francés señala que una parte de la humanidad considera que es mejor despojar a los humanos, ya que son los responsables de desórdenes ecológicos y monstruosidades como el Holocausto. Para ellos, la tecnología es sinónimo de esperanza, ya que la consideran básicamente como más fiable y controlable.
"Los transhumanistas, que esperan un día eliminar el sufrimiento y hasta la muerte, hacen parte de esta categoría.
Pero hay una segunda categoría, a la que pertenezco, que considera que somos seres mortales y que decidimos nuestro destino. A nosotros, los humanistas, por supuesto, nos preocupa mucho el desarrollo de este mundo deshumanizante, que no otorga ninguna importancia a la dignidad humana ni a la libertad”.
El panorama que presenta Besnier es, sin duda, pesimista. "Habrá una humanidad de dos categorías. Una humanidad de ricos, con acceso a las tecnologías y otra, de pobres”.
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