Hay una percepción sombría en el mundo desarrollado que plantea algo así: primero las fábricas se fueron al extranjero; ahora los robots llegaron a ocupar los puestos de trabajo que quedan. En otras palabras, la automatización recogerá las migajas que dejó atrás la globalización.
Pero la relación entre la globalización y la automatización es más interesante que eso. Los países ricos están empezando a ver a las fábricas volver a sus costas; y tienen que agradecerles a los robots industriales por promover este cambio.
Considere el ejemplo de Adidas. Cuando Herbert Hainer, director ejecutivo, se unió a la compañía de ropa deportiva alemana en 1987, las fábricas comenzaron a cerrar en Alemania y se desplazaron a China. Este mes, anunció que Adidas traería de vuelta parte de la producción de zapatos a Alemania por primera vez en tres décadas, gracias a una fábrica altamente automatizada en Bavieria. "Me resulta extraordinario cómo las cosas han vuelto al punto de partida”, dijo.
Es importante mantener una cierta perspectiva. Adidas produjo 301 millones de zapatos el año pasado; las dos nuevas fábricas (la otra estará en EEUU) producirán aproximadamente un millón de zapatos. Aún así, se puede ver cómo esta tendencia podría despegar.
Reducción de costos
Cuando se abandonan las complejas cadenas de suministro globales, se ahorran costos de transporte y almacenamiento. Es menos contaminante y los clientes no tienen que preocuparse de que sus productos se hicieron en talleres clandestinos. También hay más agilidad para responder a la demanda.
La empresa minorista española Inditex, propietaria de la tienda de ropa Zara, debe gran parte de su éxito a su estrategia de nearshoring: puede adaptarse a las fluctuaciones de la moda debido a que más del 60% de sus prendas se producen en España, Portugal y otros países cercanos como Marruecos y Turquía. Sólo las prendas perennes y clásicas, como camisas y pantalones de algodón, se producen en fábricas de bajo costo en Asia. Adidas dice que se está acercando a un futuro en el que los clientes podrán tener zapatos hechos a la carta, tal vez incluso por un robot en la esquina de la tienda.
Tyler Cowen, profesor de economía en la Universidad George Mason en EEUU, cree que los robots y las impresoras 3D pueden crear un mundo de radical insourcing (internalización radical) donde los países desarrollados ya no necesitarán externalizar la producción a países donde los salarios son bajos.
"¿Por qué una nación rica compraría de un exportador más pobre cuando puede automatizar y producir bienes similares localmente sin incurrir en altos costos de mano de obra?”, planteó en un artículo reciente.
Esto, sin duda, no ayudaría mucho al mercado laboral en los países desarrollados. La nueva fábrica de Adidas empleará cerca de 160 empleados, una fracción de los empleados que se requieren para hacer el mismo número de zapatos en Asia. Pero deje de lado el mundo rico por un momento. ¿Cómo afectaría la "internalización radical” a todos los países en desarrollo que han visto las exportaciones de manufacturas como su camino a la prosperidad?
Occidente beneficiado
La industrialización fue la ruta de Occidente a la riqueza. Existe una fuerte relación entre los empleos en el sector de la manufactura y el desarrollo de una clase media segura. La exportación de productos manufacturados produce la "recuperación del crecimiento” y la convergencia tecnológica con las economías avanzadas, según esta teoría.
Pero los países en desarrollo están mostrando signos de lo que el profesor de Harvard, Dani Rodrik, llama "desindustrialización prematura”. Si bien los empleos de manufactura alcanzaron un máximo de alrededor del 25% de la fuerza laboral de EEUU y del 40% en Alemania, parecen haber alcanzado su punto más alto en Brasil, India y China con menos del 15%.
Un mundo de "internalización radical” aceleraría esta tendencia y bloquearía el camino hacia el desarrollo. Los países pobres con recursos naturales todavía podrían vender materias primas, pero las economías que dependen de las exportaciones de materias primas tienden a ser muy desiguales, a menos de que tengan sólidas instituciones democráticas.
Lo bueno
No todo es pesimismo. La tecnología puede poner en peligro el antiguo modelo de desarrollo pero proporciona energía renovable, medicamentos, internet y teléfonos inteligentes más baratos a las personas en los países pobres. El profesor Cowen prevé un mundo en desarrollo donde los teléfonos, el software, las películas, las drogas y las ideas serán abundantes, pero muchos bienes básicos serán caros.
La tecnología también puede crear oportunidades de venta en el mundo para los países en desarrollo. Ya brinda microcréditos a los empresarios y la educación en línea para las personas jóvenes y brillantes. Y todavía hay tiempo para encontrar un nuevo camino: todos esos empleos en las fábricas que producen bienes para los mercados nacionales y de exportación no van a desaparecer de la noche a la mañana. Pero tampoco van a estar ahí para siempre. El mes pasado, una compañía llamada Kuka, que produce robots industriales, se convirtió en el blanco de una oferta de adquisición de 4.500 millones de euros (1.652 millones de dólares). ¿El propietario? Un alemán. ¿El postor? Un chino.
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