Su nueva mano, hecha de termoplástico, funciona con hilos de nailon que recogen los movimientos de su muñeca y los transmiten a unos dedos. No es perfecta, dijo, pero con ella puede "agarrar vasos, frascos... una variedad de objetos que antes no podía sostener".
Comenzó con una especie de pinza, luego consiguió otra ya más mecanizada y siguió con sus investigaciones hasta que logró que le envíen una primera mano robótica de EEUU. Aunque no era perfecta, se inspiró en ella "para sacar la otra", esta vez hecha por él mismo.
Acudió al Instituto de Robótica Sawers, en Cochabamba, donde le ayudaron a hacerla real con una impresora 3D. El adolescente consiguió su prótesis por menos de 100 dólares, confesó, cuando las prótesis biónicas que venden las empresas te pueden llegar a costar 15 mil.
No es la única que construyó, ya que logró ayudar a una niña de 7 años. La pintó la mano robótica de rosa con estrellas "para que se sienta más cómoda".
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