Todos tenemos uno o varios dispositivos que utilizan procesadores. Un procesador es un componente electrónico semiconductor basado en el silicio que se encarga de realizar lo que conocemos como tareas generales.
Su enfoque multi-propósito y su capacidad de realizar trabajos generales es precisamente lo que define su importancia y su valor frente a otros componentes especializados, como la unidad de almacenamiento o la unidad gráfica. Esto significa, en resumen, que por él pasan todas las cargas de trabajo del sistema, y que es el “cerebro” que se encarga de “masticar” los procesos antes de que lleguen a cada unidad especializada.
Uno de los ejemplos más claros de su importancia la tenemos en la relación que mantiene por ejemplo con la GPU.
El proceso de fabricación de un procesador se refiere por lo general al tamaño de sus transistores. Los transistores son, en esencia, el corazón del procesador, ya que son los encargados de realizar tareas de procesamiento a un nivel muy básico y son los que en suma determinan la capacidad de trabajo de una CPU.
Un transistor se puede definir de forma simple como un interruptor, de hecho es el elemento que permite calificar a un procesador como semi-conductor, ya que pueden adoptar diferentes estados basándose en dejar pasar o no la corriente a través de ellos. Bien, esto nos permite establecer una regla general que indica que a más transistores más potencia bruta puede tener un procesador, pero al ser elementos que trabajan con electricidad generan calor y tienen que cumplir unas características concretas para funcionar correctamente.
Un procesador actual está formado, al menos, por dos núcleos físicos. Cada núcleo es una unidad de procesamiento que es capaz de trabajar de forma independiente y que en función de la arquitectura del chip puede contar con recursos propios o compartidos, o con una mezcla de ambos.
Cuando decimos que un procesador tiene dos núcleos (o cuatro, o séis …) estamos diciendo que tiene dos unidades de procesamiento que pueden trabajar en dos tareas diferentes de forma simultánea.
Tener un procesador de dos, cuatro, seis u ocho núcleos significa que disfrutaremos de un alto nivel de rendimiento siempre que utilicemos aplicaciones que puedan aprovechar ese número de núcleos. Si tenemos un procesador de ocho núcleos pero utilizamos un juego que solo puede paralelizar la carga de trabajo en cuatro núcleos la mitad del procesador estará desaprovechada.
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